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José Prudencio Padilla, en Homenaje a Nuestra Tierra Insular

Oficial (General de División) al servicio de Venezuela y Colombia en la armada durante la Guerra de Independencia. Fueron sus padres Andrés Padilla, constructor de embarcaciones menores, y Lucía López. Comenzó su vida como marino en el servicio doméstico de las embarcaciones mercantes en su puerto natal y a los 14 años de edad ya figuraba como mozo de cámara en la Real Española del Nuevo Reino de Granada; el 21 de octubre de 1805 recibió su bautismo de fuego en la batalla naval de Trafalgar, durante la cual fue hecho prisionero por los ingleses. En 1808, tras su liberación pasó a España, donde recibió el nombramiento de contramaestre del arsenal de Cartagena de Indias. El 11 de abril de 1811 tomó parte en el pronunciamiento del pueblo de Jetsemaní, que se solidarizó con la ciudad de Cartagena en la proclamación que hizo de su independencia absoluta de Cundinamarca y en consecuencia, con desconocimiento de la autoridad de la metrópoli. En 1814 concurrió a la acción naval de Tolú y apresó una corbeta de guerra realista con 170 tripulantes que condujo a Panamá, aunque la expresada nave estaba mejor artillada que la que él comandaba, no pudo resistir el ataque y se rindió. En reconocimiento a esta acción, el gobierno granadino premió a Padilla con el ascenso a alférez de fragata. En 1815 sirvió bajo las ordenes de Simón Bolívar cuando éste se dirigía a Bogotá a libertar a Santa Marta; luego, sitiada Cartagena por el ejército del General Pablo Morillo, defendió sus murallas hasta que fue imposible sostenerse, y con uno de los buques republicanos, fue uno de los primeros en romper la línea de la escuadra realista que impedía la salida de los sitiados. Luego se dirigió a Jamaica, y como capitán de navío, se reunió con Bolívar en Haití para acompañarlo en la expedición que zarpó de Los Cayos de San Luis el 31 de marzo de 1816, en la victoria naval de La Frailes (2 de mayo) y en el desembarco de Carúpano (1 de junio). Ascendido a capitán de fragata y a la comandancia en jefe de las fuerzas sutiles del Orinoco, efectuó importantes incursiones sobre la provincia de Cumaná. En 1819 participó en la campaña de Casanare en la que tuvo a su cargo el transporte de tropas y material de guerra. Como segundo al mando del almirante Luis Brión se halló el 12 de marzo de 1820 en la toma de Río Hacha y luego en las acciones de Laguna Salada, Pueblo Viejo, Tenerife, La Barra, Ciénaga de Santa Marta y San Juan. Nombrado comandante en jefe de las fuerzas sutiles de la República, ocupó la bahía de Cartagena y apresó varios buques españoles. El 19 de abril de 1823 fue ascendido a general de brigada de la Armada Colombiana. En esta oportunidad fue investido con los cargos de comandante general del Tercer Departamento de Marina y de la Escuadra de Operaciones contra el Zulia, con la que realizó una brillante labor que culminó el 24 de julio de 1823 en la batalla naval del lago de Maracaibo, en la que fue derrotada la escuadra española, y que derivó en la capitulación del mariscal de campo Francisco Tomás Morales el 3 de agosto siguiente. El 24 de noviembre de 1826 recibió el ascenso a general de división. Sin embargo, a comienzos de 1828 Padilla se envuelto en un acto de indisciplina en el que estaban comprometidos varios oficiales en Cartagena. Reducido a prisión fue enviado a Bogotá y encarcelado allí el 26 de mayo de 1828. Durante la noche del 25 de septiembre de 1828, en el cual se llevó a cabo el atentado contra la vida del Libertador, mientras se ejecutaba el asalto al palacio San Carlos, algunos conjurados escalaron las paredes del edificio que le servía de cárcel, y después de asesinar al coronel José Bolívar que lo custodiaba, liberaron a Padilla y le reconocieron como jefe. Reducido nuevamente a prisión, fue juzgado por la Ley de Conspiradores, condenado a muerte y ejecutado en Bogotá al poco tiempo. Traicion de Padilla a Bolívar El Almirante José Padilla y la noche del 25 de septiembre de 1828 merecen otra interpretación: esa noche de luna llena se traicionó el espíritu de legalidad, con la decisión de matar a Simón Bolívar, y sólo un santanderista notable, el general Padilla, se mantuvo fiel a la legalidad. Sin embargo, una semana después ese hombre sería fusilado callando su grito de ¡¡Viva la República!!, ¡¡Viva la libertad!! "General Padilla: venimos a liberarlo y a pedirle que se ponga al frente de la revolución. Usted es el jefe, General". Florentino González y otros conjurados declararon que "Padilla ignoraba enteramente el plan de la insurrección". Éste respondió: "Yo no soy jefe de nada. Solamente soy un prisionero. No compliquéis más mi situación. No tengo miedo, pero no tomo parte en ninguna aventura". Sin un verdadero líder militar como Padilla, los golpistas no pudieron apoderarse de los cuarteles, y con el escape de Bolívar por una ventana, el plan fracasó. Entre los recuerdos que dan cimiento a nuestra nación, la noche septembrina es uno de los más problemáticos. Constituye una especie de "pecado original": haber acudido a la violencia ilegítima e ilegal (contra el Libertador y Padre de la Patria) cuando se formaba nuestro espíritu legalista. La conciencia histórica colombiana ha enfrentado este pecado original con una "estrategia de evitación": evitar justificar o condenar a los conjurados (una generación importante), evitar la asociación de Santander con la intención de asesinar a Bolívar, y evitar los recuerdos del lapso dictatorial de Bolívar, entre los que sobresale el injusto fusilamiento de Padilla. Pero a 230 años del natalicio del Almirante Padilla, un 19 de marzo, y a 180 de su fusilamiento, podemos mejorar nuestra conciencia sobre los hechos de 1828 y relacionarla con la nación que queremos ser en el siglo XXI. Es preciso compartir la conciencia de Bolívar sobre el factor racial en la muerte de Padilla: "Lo que más me atormenta todavía es el justo clamor con que se quejarán los de la clase de Piar y de Padilla. Dirán con sobrada justicia que yo no he sido débil sino en favor de ese infame blanco (Santander)". Un juicio equilibrado de Bolívar en esta cuestión debe recordar, sin embargo, que se negó a derogar la ley de libertad de vientres de 1821, como se lo pedían los esclavistas. Padilla, que profesaba amistad y sincera admiración a Bolívar, estaba preso en la capital por un proceso urdido en Cartagena, en el que había acusaciones de sublevación de negros y mulatos, dentro de la confrontación política entre partidarios de la república y la "monarquía" de Bolívar. Si el color de Padilla contó, debemos recordarlo, más ahora que el ideal de nación busca reconocer la legitimidad de la población afrodescendiente en la nacionalidad y podemos integrarnos apropiadamente en la corriente principal de la cultura colombiana. Si traicionamos el alma santanderista desde el principio, y hemos repetido ese pecado de violencia hasta el presente, conviene recordar que el héroe naval de la Independencia, en el momento crucial de su vida, en las circunstancias más propicias para tomar las armas, decidió mantenerse fiel a la convicción de que las leyes nos darían la libertad, legándonos un ejemplo que debe permanecer y retumbar en nuestra conciencia nacional.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

LA HISTORIA DEL FUSILAMIENTO DEL ALMIRANTE PADILLA ES UNA DE LAS DESICIONES EQUIVOCADAS DE BOLIVAR EN SU DELIRIO DE CREAR UNA GRAN COLOMBIA DOMINADA POR VENEZOLANOS LA CUAL DESPUES ADOPTARIA COMO CAPITAL CARACAS.ESTE DELIRIO Y SUS NEFASTAS DESICIONES Y ACCIONES EN LA NUEVA GRANADA LE PRODUJERON EL REPUDIO DE SUS MAS LEALES GENERALES,EJEMPLO CORDOVA Y PIAR,LO QUE A LA POSTRE LE CONDUJO A SU CAIDA.DICHO DELIRIO ES AHORA TOMADO POR HUGO CHAVEZ EL CUAL DE UNA FORMA INSOLENTE IRRESPETA A NUESTROS PROCERES PARA HACER VER QUE SU REVOLUCION BONITA NO ES MAS QUE OTRA TRISTE COPIA DE BOLIVAR.

Anónimo dijo...

Aprendi mucho

Jose Alexi dijo...

Después de 11 años espero ya haya aprendido a escribir: "Decisiones". Saludos.